La mente del perro
( Publicado en Revista Creces, Abril 2001 )

Por más de 15 mil años el perro ha convivido con el hombre, y la familia humana ha pasado a ser su hábitat normal. Durante todo este tiempo han evolucionado juntos, aprendiendo hasta pensar como los humanos.

Estudios permiten afirmar que el perro y el hombre han vivido juntos por mucho más tiempo, antes de lo que se pensaba. Estudios genéticos de fósiles permiten afirmar que la domesticación del perro comenzó cuando aún el hombre era cazador y recolector, y cuando aún vivía en cuevas y empezaban a balbucear las primeras palabras de su posterior lenguaje. Ahora los investigadores han comenzado a revelar cómo se ha ido desarrollando esta extraña asociación y la forma como los perros piensan y se comportan. "El medio natural del perro ha llegado a ser la familia humana, u otras estructuras sociales humanas", dice Wilmos Csanyi de la Universidad de Etvos Lorand en Budapest.

El cree que debido a que el hombre y el perro han evolucionado unidos, es que han llegado a compartir ciertas características de comportamientos que les ha permitido vivir juntos. "Los perros están interesados en el contenido emocional e intencional de la mente humana y son capaces de aprender y mantener las reglas de comportamiento social humano", dice Csanyi. De la misma forma que otros investigadores se han dedicado a estudiar el comportamiento de los monos para entender la cognición social de ellos, su equipo se ha dedicado a estudiar lo mismo, pero en perros.

Una de las primeras cosas que han hecho ha sido investigar la unión entre los humanos y sus regalones, para conocer cómo ellos han llegado a ser y se comportan como un miembro de la familia. Los perros y sus propietarios están claramente unidos emocionalmente y el cruzamiento selectivo de ellos ha favorecido el desarrollo de rasgos infantiles. Pero, guardando las proporciones, ¿esta relación entre las dos especies guarda semejanza en la relación que existe entre los padres y sus hijos en la familia humana? Para dar respuesta a esta pregunta, Jozef Topal, Adain Miklosi y otros investigadores del Laboratorio Csanyi, sometieron a los perros a test de "situaciones extrañas", las que originalmente fueron diseñadas para estudiar la especial unión que existe entre un niño pequeño y su madre.

Un lactante, que siente una unión segura con su madre, frente a situaciones extrañas, se comporta en una forma característica. Si el niño siente que la madre está cerca, no tiene miedo y se siente feliz de explorar el medio ambiente que lo rodea. Cuando la madre se aleja, el niño se angustia, pero generalmente se acomoda también con extraños. Sin embargo, la preferencia por la madre es clara, de modo que cuando ella vuelve, el niño se muestra ansioso de recibirla y saludarla.

Topal y Miklosi, estudiaron 51 perros sometidos a estos mismos tests de situaciones extrañas. El perro juega y explora en una habitación que no le es familiar, siempre y cuando su dueño esté con él. Cuando el dueño se va, el perro juega mucho menos y también muestra signos de ansiedad, que demuestra ladrando o esperando cerca de la puerta. Del mismo modo, cuando el dueño vuelve, lo saluda entusiastamente. "En estas circunstancias, pareciera que los perros y los niños se comportan en forma muy similar", dice Miklosi, y "nos parece que esto es el resultado de la evolución de la domesticación".

Csanyi dice que hay etapas en el desarrollo de esta relación. Primero viene una etapa de grabación (imprinting). Si un perrito de entre 6 y 12 semanas de edad se contacta con gente, su innata capacidad de unión lo lleva a aceptar al humano como miembro de su propia especie. Durante este período, un perro puede desarrollar una atracción frente a cualquiera persona que le demuestre afecto. Pareciera que en esta etapa se le gravan para siempre los olores de sus primeros amos, de modo que los reconocen incluso después de muchos años de separación (Creces, Septiembre 1999, pág. 11).

Los investigadores creen que la atracción a las personas explica por qué a veces el perro aparece como estúpido. En 1980, Harry Frank de la Universidad de Michigan Flint, describió cómo los lobos que no pueden ser entrenados a sentarse y aprender a manipular una complicada puerta, lo pueden hacer simplemente mirando cómo la abre otro lobo. Pero por el contrario, no se logra entrenar un perro, incluso por años, de aprender cómo se abre o se cierra una puerta complicada. Franck concluye que a través de la domesticación, los perros llegan a ser obedientes y entrenables, pero al mismo tiempo pierden sus capacidades cognitivas, tales como la capacidad de resolver problemas. Ellos tienen una disminución de la capacidad de perspicacia, porque a través de la intervención de la evolución humana, a ellos se les ha privado de las consecuencias de sus acciones.

Muchos creen que un animal doméstico es menos inteligente que su pariente salvaje. Efectivamente los perros tienen cerebros más pequeños que los lobos, especialmente en las áreas asociadas con la visión y el olfato. Pero según Miklosi, la domesticación no es necesariamente la culpable. Otros ancestros de perros, como el pequeño lobo Asiático, tienen un cerebro más pequeño que otros lobos. Por otra parte, los perros no parecen haber perdido las capacidades mentales que a sus ancestros les permite cazar en manadas. Ellos entienden la permanencia de los objetos, es decir que las cosas no desaparecen cuando ellos dejan de verlas. "En esto, los perros tienen un nivel semejante a la capacidad de los monos", dice Miklosi. Así por ejemplo, ellos son capaces de desarrollar un mapa mental que les permite encontrar nuevas rutas a través de un territorio familiar.

Topal y Miklosi sospechan que la limitada capacidad de resolver problemas de los perros, no proviene de una pérdida de capacidades mentales durante su evolución, sino que de la forma en que el perro adapta su comportamiento con su dueño y a la forma de entrenamiento. Los investigadores sugieren que mientras más fuerte es la unión entre el perro y su dueño, más se comporta en una forma socialmente dependiente, renunciando a sus capacidades de pensamiento y acción independientes.

Para tratar de comprobar esta idea ellos solicitaron a 28 dueños de perros que respondieran un cuestionario, orientado a evaluar las actitudes antropomórficas de su perro. Las preguntas incluían: ¿Cuán a menudo permite usted que el perro se meta a su cama?, ¿Celebra usted el cumpleaños de su perro? y ¿Hasta qué punto su perro se identifica con sus emociones? Luego al perro le dieron problemas que resolver. Tenían que aprender que podían obtener un premio de alimento si tiraban de un plato plástico que sobresalía debajo de su reja.

Comprobaron que mientras más íntima era la unión entre el perro y su dueño, este último tenía menor capacidad de resolver el problema. Pero las diferencias desaparecían tan pronto como el dueño estimulaba a su perro para obtener su alimento. "El perro con una estrecha unión, rendía menos, pero mostraba un comportamiento dependiente", dice Miklosi. "No es que no entiendan el problema".

Csanyi y su equipo afirman esta evidencia con sus estudios de interacción entre las personas ciegas y sus perros guías. "En este caso, encontramos, que los mejores perros resolvedores de problemas, eran los más estrechamente unidos a sus amos ciegos", dice Csanyi. Aquí la unión le permite al perro cooperar con el humano para negociar situaciones difíciles. Como estos perros son entrenados para tomar control, los investigadores observan que una vez que el animal desarrolla una unión con su amo, él es capaz de realizar la acción cuando la necesidad llega.

Hasta ahora se suponía que sólo los humanos eran capaces de esta sofisticada clase de cooperación, donde la iniciativa era constantemente cambiada entre dos partes. Otros animales sólo trabajan juntos cuando comparten intereses y objetivos comunes, como por ejemplo cazar en manadas o defender a sus hijos.


Obedecer las reglas

Desde el punto de vista de Csanyi, la domesticación no ha reducido las capacidades cognitivas del perro, como lo sostienen Frank, sino que por el contrario, las ha aumentado. Mediante la selección de individuos que forman fuertes uniones y que son tratables, se ha llegado a producir un animal que está genéticamente predispuesto a aprender y obedecer reglas.

Si bien es cierto que esto es central en las habilidades de perros guías, también otros perros pueden acomodarse a este particular ambiente social. Incluso, sin un entrenamiento formal, los perros se socializan simplemente estando con las personas. Ellos tienen una especial habilidad para seguir reglas. "Ellos fácilmente las aprenden de los juegos y observando otros perros o humanos", dice Csanyi.

Marc Bekoff de la Universidad de Colorado, ha estudiado juegos de perros, lobos y coyotes. "Todos los animales, a través del juego, aprenden ciertos códigos de conducta de las propias moralidades de la especie", dice él. "Pienso que del juego que desarrollan perros y humanos, éstos van aprendiendo códigos de conductas de los humanos". Ellos aprenden las reglas básicas para el comportamiento aceptable, así como por ejemplo cuán fuerte pueden morder para no hacer daño. Como cualquier animal, cuando el perro juega, va perfeccionando el comportamiento que necesita para su convivencia con humanos.

Hay pocas investigaciones acerca de los efectos evolutivos de estas interacciones entre perros y humanos en función del tiempo, pero Bekoff sospecha que ellas han enriquecido la vida mental del perro. Estudios realizados en su laboratorio le revelan que las interacciones de juegos entre perritos, son más variadas que las que se observan entre lobitos o pequeños coyotes. El cree que los perros han desarrollado formas más variadas de comportamiento, por los sofisticados juegos que la gente desarrolla con sus regalones y por la selección de perros que son buenos para esto.

Una área donde el contacto con los humanos ha potenciado las capacidades mentales de los perros, es la comunicación. Miklosi y sus colegas han mostrado que los perros pueden aprender a responder a sutiles gestos humanos. Los regalones pueden recuperar alimentos escondidos cuando éstos son apuntados por el dedo de su dueño, o cuando éste se inclina, o asiente con la cabeza, o simplemente mira. Esto parece simple, pero ningún otro animal, incluyendo los chimpancés, es capaz de hacerlo.

Los investigadores creen que los perros realmente entienden qué significan los gestos. El mono Rhesus puede encontrar un objeto escondido que le señala un humano con su dedo, pero sólo si la distancia entre el premio y el dedo es menos de 20 centímetros. Ellos no parecen entender acerca de la señalización, sino que simplemente aprenden que un dedo extendido puede significar que hay alimento en la cercanía.

En los estudios de Miklosi, en el perro el éxito de la respuesta no depende de la distancia entre el gesto y el premio. Según sugiere Miklosi, el perro parece dibujar una línea mental entre el dedo y el premio. "Pienso que ésta es la primera etapa para argumentar que el perro entiende que estamos comunicándole algo".

En el año 2000, investigadores de la Universidad Emory en Atlanta, confirmaron este hallazgo y repitieron los experimentos usando perros para enviar mensajes a otros perros. Brian Hare y Michael Tomasello, descubrieron que mientras un perro de seis meses de edad, podía no entender los gestos humanos, en cambio sí podía responder a indicaciones de otro perro. Esta característica se revertía en un perro de cuatro meses de edad. Ellos argumentan que al tener los perros una habilidad innata para leer gestos entre unos y otros, ellos aprenden a entender a la gente. Más tarde, por alguna razón, pierden esta capacidad de comunicarse con su propia especie. "Los perros están genéticamente seleccionados por sus habilidades para sintonizar con los humanos", dice Tomacello.

Miklosi trata de descubrir si los perros pueden enviar señales a la gente, tanto como ellos las pueden recibir. Cree que cuando los regalones saben donde está escondido un premio, ellos hacen un ruido para atraer a sus dueños y alternan su mirada entre el humano y el lugar escondido. Mikolosi interpreta este comportamiento como "mostrando". "Los perros son capaces de hacer lo mismo que los niños chicos o los monos", dice él. Esta respuesta de "mostrar", puede ser una clase de acondicionamiento, o un alto proceso mental. Mikolosi piensa que es lo último. El argumenta que si la mirada alternativa fuera una simple respuesta aprendida, el comportamiento no sería universal para todos los perros. Incluso los niños autistas, que carecen de sentido social, no se comportan en esta forma.

Tomasello toma una posición más escéptica. "La alteración de la mirada puede significar diferentes cosas y no creo que el perro lo está indicando", dice él. "Pienso que ellos miran atrás para comprobar y ver si lo siguen". El ha comprobado que las cabras también tienen este comportamiento. "Pienso que la mirada alternativa es una habilidad general de los mamíferos, pero los perros la han perfeccionado", dice él.


Símbolos y señales

Ahora el grupo de Csanyi está estudiando la capacidad de los perros de captar el lenguaje. Han comprobado que un regalón maduro, puede entender 40 expresiones, especialmente señales de acción. El rango está entre 7 y 80. "Su comprensión es diferente a la nuestra", dice Csanyi. "Nosotros usamos palabras como símbolos, ellos usan palabras y señales principalmente". Así por ejemplo, los perros pueden extraer informaciones simples como dónde ellos irán para una caminata y quién los llevará. No está claro cómo lo hacen, pero la habilidad no puede explicarse por simple acondicionamiento porque las palabras están dentro de grandes frases, y el oír las palabras no está inmediatamente seguido por el salir a caminar.

La notable habilidad social de los perros es comprensible, dado que ellos se han adaptado al mismo ambiente que nosotros. "En las raíces de la evolución humana fue creándose la situación de aglomerarse" dice Csanyi. "No sabemos exactamente por qué, pero los primitivos humanos comenzaron a aglomerarse, lo que creó un complejo problema de comportamiento que tuvo que resolverse". El argumenta que la comunicación y la unión social se lograron siguiendo reglas y cooperaciones que tuvieron que desarrollarse simultáneamente en la gente y los perros, de modo que ambas especies tuvieron que adaptarse a esta inusual situación. Además los humanos experimentan el sentimiento de la atracción social, la empatía, que podemos ver en la mente de otros. Afirmar que los perros poseen igual propiedad es altamente controvertible, dice Csanyi.

Muchos investigadores afirman que sólo los animales que son capaces de reconocerse a sí mismos frente a un espejo, tienen conciencia de sí mismos, lo que les permite empatizar, simpatizar y atribuir intenciones y emociones de otros. Los perros no son capaces de pasar este test. Sólo el chimpancé se reconoce a sí mismo frente a un espejo. Imaginen la situación de extraerle las espinas de un puercoespín de la nariz de un perro ¡Ouch! De acuerdo a Gordon, Gallup de la State University de New York (que inventó el test del espejo), otro perro mirando esta operación, estaría totalmente ajeno al sufrimiento. El argumenta que porque el perro no tiene conciencia de sí mismo, no puede usar su experiencia de dolor para atribuir experiencias dolorosas a otros.

Pero Csanyi sugiere que un perro puede percibir cuando una persona, u otro perro está en peligro y empatizar con el estado emocional de las personas que están tristes o enfermas. Bekoff está de acuerdo. En su libro sobre emociones animales que publicará pronto, cuenta la historia de un perro que salvó la vida de su compañero perro, despertando a su amo para hacerle saber que el segundo perro estaba enfermo. Bekoff también cuenta la historia de su propio perro, Jethro, que adoptó un conejo huérfano y también años más tarde rescató un pájaro herido. "Pienso que Jethro realmente tiene un alma compasiva", escribe Bekoff.

Jeffrey Masson, autor del libro titulado: "El perro nunca miente acerca del amor", no tiene dudas que los perros empatizan con los humanos. Csanyi va aun tan lejos, como para llegar a comparar el amor humano con la unión del perro y el hombre. Masson cree que los perros pueden enseñarnos muchas cosas acerca del amor, ya que ellos realmente lo han practicado. Los perros han sido parte de nuestro proceso evolucionario, como nosotros hemos sido parte del de ellos. "Se trata de una mutua influencia", afirma.




En hallazgos arqueológicos de sitios de entierros de seres humanos, aparecen también restos de perros, cuyos análisis hacen pensar que ellos fueron domesticados ya en los tiempos en que los humanos eran nómades, cazadores y recolectores. Esto es, hace ya más de 14 mil años. Ello habría ocurrido mucho antes que el hombre domesticara las cabras, el ganado o las ovejas.

Sin embargo, Charles Vila y colaboradores del Laboratorio Robert Wayne de la Universidad de California en los Angeles, estudiaron el DNA mitocondrial de 67 razas de perros y los compararon con el DNA de lobos, coyotes y chacales. Los estudios revelaron que a partir de los lobos, había por lo menos cuatro líneas de evolución que se separaban, lo que demuestra que por lo menos habría habido cuatro tentativas exitosas de domesticarlos. Lo que sorprendió fue el alto nivel de separación genética de las diferentes especies. Estos datos sugieren claramente por la diversidad encontrada en los perros modernos, que la domesticación habría tenido su origen bastante antes de 14.000 años, y que las primeras domesticaciones habrían ocurrido alrededor de 135.000 años atrás.

Si esto es cierto, la domesticación del perro ocurrió tempranamente, cuando el hombre adquirió el lenguaje. Sin embargo Vila acepta que la fecha puede ser controversial.




(*)Kate Douglas


Bibliografía


Topal, J., Miklosi, A. y otros: Attachment Behavior in Dogs. Journal of Comparative Psycology, vol. 112, pág. 209 (1998).

Topal, J y otros: Dog-Human Relationship Affects Problem Solving Behavior in the Dog. Anthrozoos, vol. 10, pág. 214 (1997).

Hare, B. Y Tomasello, M.: Domestic Dogs Use Human and Conspecific Social Cues lo Locate Hidden Food. Journal of Comparative Psychology, vol. 113, pág, 173 (1999).

(*)Douglas, K,: Mind of a Dog. New Scientist, Marzo 4, 2000, pág. 21.


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